Artículo Publicado en VICE México
Construida en la segunda mitad de los años cuarenta, por los Religiosos de San Juan de Dios, a un costado de la Avenida Insurgentes, yacen los restos de la Clínica San Rafael. Destinada a la atención de pacientes con enfermedades mentales, esta clínica fue foco de grandes controversias, como el particular caso de Mario Cantú. Curioseando en internet, encontré su historia, en pocas palabras, este personaje fue encerrado en la clínica debido a un conflicto de interés con su madre; ella le mandó a unos enfermeros de la institución, para que le anestesiaran y encerraran en contra de su voluntad.
En 2013 se ordenó la demolición de la clínica, sin dar explicación alguna. Algunos mitos urbanos explican cual fue el motivo de clausura de este inmueble, y van desde aburridas demandas, hasta teorías conspirativas, pasando por historias de asesinatos, como la de una paciente paranoica que se escapó y mató a tres enfermeras en el acto.
Antes de que concluya por completo la vida de este icónico y tenebroso lugar, me adentré en el edificio para documentar lo que queda de este conjunto de muros y pasillos.
Las paredes desgastadas le dan vida a la humedad, mismas que han llegado casi al fin de sus días. Los rayos de sol, que entran por un vitral, bañan la pared de una luz colorida que delimita la oscuridad. Dentro del edificio se respira tensión. La idea de estar en un hospital mental abandonado me persigue en la cabeza.
Sigo caminando y voy encontrando varios cuartos, consultorios, salas de espera, baños. Lo que eran pruebas psicológicas en su momento ahora son simples papeles que tapizan el suelo por el que caminas. Donde alguna vez se buscaba preservar la vida por medio de la salud mental, hoy encontramos vacío, silencio, muerte.